
Hoy, de nuevo, tengo un café en la mano.
La cafeína es la aliada de mi cerebro.
La tortura de mi sueño.
Pero, aún así, hay una peor tortura que esa.
La tortura del corazón, del alma.
Siempre necesitamos un bastón donde apoyarnos,
no para eso tenemos que llegar a viejos.
Nunca tendremos el alma de hierro, porque para eso,
está el corazón.
No seamos simples humanos, seamos instintivos.
Al fin y al cabo, es lo que rige el resto de la naturaleza.
Y, creo, que entre leones y cebras, no hay guerra.
Hay hambre de sobrevivir, pero respetando espacio y tiempo.
Sobrevivamos, sí, pero sin balas en el corazón.